El primer día.

17:34 Mónica 4 Comments

Sostenía su informe bajo el brazo. Yo esperaba que su rostro expresara toda la felicidad de la victoria recién conseguida, pero ella se limitó a mirarme con una ligera sonrisa en los labios. Escuché resonar en mi cabeza la voz de Walter que, si hubiera estado allí, seguramente me habría dicho, fuera cual fuera mi manera de presentarme: «Pero ¡mira que eres torpe!»
—Mis más sinceras felicitaciones —balbuceé humildemente.
La joven no respondió.
—¿Tanto he cambiado? —soltó finalmente.
Puesto que yo no encontraba ninguna respuesta apropiada, la joven abrió su carpeta, arrancó una hoja, se la metió en la boca y empezó a masticarla tranquilamente, sin abandonar ese ligero aire socarrón.
Y de repente resurgió el recuerdo de una sala de exámenes, y con él las mil imágenes de un verano increíble, hacía ya quince años.
La joven escupió la bola de papel sobre su mano y suspiró.
—Ya está. ¿Ahora ya te acuerdas de mí?
Las puertas del ascensor se abrieron en el vestíbulo, pero yo me quedé inmóvil, con los brazos colgando; el ascensor volvió otra vez hacia el último piso.
—Te ha hecho falta mucho rato, esperaba haberte marcado un poco más, o a lo mejor es simplemente que estoy mucho más vieja...
—No, te aseguro que no es eso. No sé, el color de tu pelo...
—Tenía veinte años, en aquella época cambiaba mucho de color de pelo, pero ahora ya no. Tú no has cambiado nada, algunas arrugas más, tal vez, pero sigues teniendo esa mirada perdida en el vacío.
—Realmente, lo último que me esperaba era encontrarte aquí... después de todos estos años.
—Reconozco que lo habitual no es reencontrarse en un ascensor. ¿Quieres que volvamos a hacer otro viaje de bajada y subida por todos los pisos del edificio o me vas a llevar a cenar?
Y, sin esperar respuesta, Keira dejó caer su carpeta al suelo, se lanzó a mis brazos y me besó. Aquel beso me supo a papel maché; era exactamente eso, un beso de papel en donde en otro tiempo había soñado con escribir todo lo que sentía por ella. Hay algunos primeros besos que hacen que tu vida entera se desequilibre. Incluso si uno no quiere aceptarlo, es así. Esos primeros besos te pillan por sorpresa, sin previo aviso. A veces eso sucede con el segundo beso, aunque éste ocurra quince años después del primero.

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