Cosas de familia.

2:28 Mónica 1 Comments

Siempre me ha gustado el olor a colonia que deja mi padre en el baño cada vez que sale. El ruido de la cafetera todas las mañanas acompañado del olor a café recién hecho característico. Sentir los pasos de mis padres por el pasillo, oír los bostezos y alguna que otra risa por algún comentario típico de mi padre. Escuchar el ruido de las puertas al abrirlas y cerrarlas. El momento en el que mi madre abre temprano la puerta de mi habitación para ver si estoy bien. Cuando yo era pequeña, incluso se adentraba en la habitación y me arropaba si no lo estaba. Yo me hacía la dormida, sabía que si veía que estaba despierta no iba a hacer nada de eso, y yo quería que lo hiciera. Me encantaban las mañanas de los sábados, mi padre nos despertaba a mi hermano y a mí con cosquillas mientras nos decía: "¡Vamos, que sois unos perros! ¡Ya es hora!". Nos quejábamos, pero nos encantaba. También recuerdo las noches en las que mi padre trabajaba de noche y mi madre no quería dormir sola, bueno, yo tampoco quería, así que me iba a su cama y ponía la alarma del reloj a las 6 de la mañana, me despertaba y me iba corriendo a mi habitación para que cuando mi padre llegase no me encontrara allí. No le gustaba que durmiese con mi madre, decía que luego no iba a saber dormir sola. ¡Qué razón tenía! Cada vez que me iba a dormir a otra casa sin ellos lo pasaba fatal, me ponía a llorar y tenían que volver por la noche a por mí...aún se ríen de mí por eso. Ya lo he superado. Menos mal.

Pero, sobre todo, en lo que más pienso estos días es en el mes entero que pasábamos en Asturias. En nuestra aldea, por llamarlo de alguna forma, llena de perros, gatos, caracoles, senderos, montañas, aire fresco, barro, cuestas, torreones y lluvia. Siempre volvía a Madrid con el acento asturiano, y me encantaba. Recuerdo que cogía a Toby y me iba con él por los caminitos pequeños, siempre con miedo a pasar por delante de la casa de la vecina, que tenía un perro enorme, Lana, le tenía un pánico...por ahí siempre pasaba corriendo. Al final de aquel camino había un pozo, ya no se usaba para sacar agua, habían renacuajos. Me pasaba el día fuera de casa, investigando por ahí, bajaba la cuesta de carretera larga, veía cuestas y las subía, me llenaba las deportivas de barro, bueno, me llenaba entera de barro. También bajaba al huerto con mi Visabuela a recoger fresas, o me quedaba alrededor de la casa para coger caracoles y hacer carreras con ellos...me encantaría volver a tener unas vacaciones como aquellas...

Mi familia no es perfecta, pero tampoco puedo quejarme, para no haberla elegido he tenido bastante suerte y creo que no podría imaginarme en otra...

1 comentario:

  1. Qué bonito :)
    Cada familia es única, con sus más y sus menos.
    Me gustó la entrada!

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